La cueva no deja de ser un espacio cerrado de piedra. Sus paredes
son las que nos oprimen, nos marcan una dirección equivocada (hacia el fondo de
la cueva) o simplemente nos instan a quedarnos quietos en un recoveco que
consideramos seguro y cómodo. Estas paredes son los límites.
Y no estoy hablando de la típica charla motivadora y moralista de "tus
límites te los pones tú mismo". Esto es cierto, pero ya está muy oído y yo
pretendo aportar algo nuevo.
Me refiero a los límites cotidianos, al "por ahí no se puede ir", al
"uf, andar de X a Y es una burrada" cuando solo se tarda quince
minutos, al "no fumes marihuana que te harás un yonki" o al "no
hagas deporte que te lesionarás".
Vivimos en una sociedad que pone límites donde no debería ponerlos, y no los
pone donde sí debería. Porque caminar quince minutos para la mayoría supone un
esfuerzo inhumano o incluso perder la dignidad (¿cuántas veces has oído lo de
"no vayas andando, que yo te puedo llevar en coche"?), pero pasar
ocho horas al día sentado trabajando, estudiando o viendo la tele es
perfectamente normal y sano. O comer mantequilla es malo para la salud, y las grasas
saturadas deben limitarse a un 10% del total de calorías diarias, pero el pan y
los macarrones deben ser la base de la dieta.
Los límites son creencias y normas sociales que dicen que A es correcto pero B
no, simplemente porque así ha sido siempre y nadie se ha parado a preguntarse
si es razonable o una soberana estupidez.
Para la mayoría de la gente el deporte se limita a correr durante
una hora, con suerte por la calle y si no en una absurda cinta mecánica que no
te lleva a ningún lado, la actividad intelectual a los estudios primero y al
trabajo después, y la dieta a lo que esté de oferta en el súper, dentro, claro
está, de los límites que aprendieron de sus madres.
Podría seguir poniendo ejemplos de límites durante mucho tiempo,
pero quedaría un artículo ridículamente largo.
No estoy haciendo apología del libertinaje.
Por supuesto que debe haber unos límites al comportamiento agresivo y a las
conductas que molesten o agredan a otros. Pero la mayoría de normas, ya sean
legales o sociales, nos coartan en actitudes que, o no nos afectan más que a
nosotros mismos, o directamente podrían favorecer nuestro desarrollo personal.
Si una persona tiene curiosidad por temas que no son dañinos, o desea hacer
algo que nadie hace pero que no tiene ninguna connotación negativa y cree que
podría gustarle, no debería sentirse limitada por su entorno. Es muy liberador
y reconfortante hacer lo que uno siente que le gusta de verdad, siempre que con
ello no perjudique a otras personas.
En futuros artículos hablaré de límites que creemos que existen pero que en
realidad son muy fácilmente eliminables de nuestro pensamiento, solo se
necesita un poco de información. Y con cada límite descartado, estaremos más
cerca de la salida de la cueva.
Un saludo para los inquietos.
Arturo
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